Por FRANCISCO ZAMUDIO

PERIODISMO MILLENIAL

Los tiempos siempre te obligarán a cambiar de estrategias laborales o, irremediablemente, te estatizarás hasta transformarte en una piedra inamovible, una roca muerta, sin luz.

Yo comencé a redactar hace algunas lunas, lo mismo con una máquina de escribir mecánica Olivetti, de esas que todavía se usan en nuestro muy deteriorado Instituto Mexicano del Seguro Social; que con una Smith-Corona, eléctrica, la cual me trajo mi papá en uno de sus viajes a Manzanillo, donde solía comprar la muy famosa “fayuca” (artículos extranjeros que no pasaban por aduana antes de internarse en el país).

Para entregar mis colaboraciones, tenía que llevar las hojas escritas hasta los medios donde colaboraba. Recuerdo también haberme gastado cientos, o quizá miles, de papelitos correctores, cada que se me iba “un dedazo” en la página.

Hasta bien entrados los noventa no tuve mi primera computadora, regalo entrañable de uno de mis editores, a quien siempre le estaré agradecido por el gesto. Con el uso del correo electrónico y el corrector de Word, mis viajes hasta Santa Mónica, al Periódico Radar, por ejemplo, cesaron.

Yo vivo en el centro-norte de la Ciudad de México, muy cerca de la antigua estación de trenes de Buenavista -hoy corazón del Tren Suburbano-, así que me llevaba mis buenas 4 o 5 horas de ida y de regreso hasta el Estado de México.

Hoy todo ha cambiado. Incluso las nuevas formas de encarar un evento. Antes, llegaba a una tocada y le ponía toda mi atención: la música por supuesto, la fisonomía estética del artista, hacía notas de lo que decían los músicos, tomaba algunos aspectos de la gente y los vaciaba después en mi crónica, la cual redactaba ya en casa, en pantuflas y calzoncillos.

Hoy en día, debo enviar una foto previa al show a través de mi smarthphone. Si consigo una del set-list, mejor, para que la gente que entra a Txart y va al mismo evento, tenga una referencia de lo que va a escuchar.

Una o dos imágenes más en el transcurso del recital (si mi paquete de datos o el WiFi del lugar lo permiten) para poder llamar la atención de nuestro público y que éste a su vez espere los pormenores de la fiesta sónica. En medio de una competencia feroz y brutal en la red, conseguir mantener la mira de tu propia audiencia, es labor de titanes.

No se diga si quieres grabar un video.

Hace poco, rodé en mi teléfono parte del encore del grupo chileno Los Tres. Pero mientras lo hacía, alguien que se identificó como miembro del equipo de producción, no recuerdo si del recinto o de la banda, llegó hasta mí para preguntarme, en un tono molesto: “¿Tú eres el que está subiendo a internet el concierto?”.

“No”, le contesté. “Grabo algunas cosas para después post-producirlas en mi medio, agregué.

El señor me respondió igual de enojado: “Es que los de prensa tenían solo las 2 primeras canciones para grabar video o tomar foto”, a lo que le reviré: “Está bien, pero si yo bajo mi móvil, pídele a toda la gente que hace lo mismo, ahorita, que haga lo propio”.

Se fue muy enfadado y todavía me mandó al jefe de prensa del lugar, a quien recibí ya de muy mal humor. Discutimos sobre lo mismo, aunque al final llegamos a un acuerdo: Sólo iba a grabar unos minutos más y… listo.

Pues bien, para adaptarme a las nuevas tecnologías, debo ahora de llegar a mi hogar, bajar los videos a mi PC, enviarlos con mi conexión a Internet de media tabla, con el consiguiente gasto de tiempo… Las fotos también si no las pude mandar “en tiempo real”… Y todavía redactar mi visión de la velada sonora.

Si lo trasladamos a minutos, quemo el doble de ellos o hasta un poco más, de lo que solía prodigarle a una sola orden de chamba.

No me quejo, aclaro, pero sí debo anotar que los más recientes modelos de comunicación, nos obligan a los de “La Vieja Guardia”, a sacudirnos cualquier dejo de ego impregnado sobre nuestros hombros, y volver a la actividad febril de aquellos días, donde salíamos armados con una libreta y una pluma a la calle.

Lo de “renovarse o morir” ya es un cliché sumamente gastado. Pero si quiero continuar por varios años más en esta hermosa profesión, debo de adaptarme a los moldes más recientes, por supuesto, sin descuidar los anteriores, aunque resulte más dificultoso ponerle atención a varias cosas a la vez, mientras haces trabajar a mayor velocidad a tus manos y a tu cerebro.

¿Qué seguirá en los próximos años? ¿Subir hologramas de los conciertos a la web?, ¿Conectar a la muchedumbre hasta los espectáculos por medio de sus aparatos de realidad virtual? ¿Dictar las reseñas a través de tus propias ondas cerebrales y almacenarlas en una nube digital, para ser descargadas al instante por tus lectores?

Suena a algo muy laborioso y complicado. Empero, el futuro nos alcanzará de cualquier manera y debemos estar preparados para recibirlo e interactuar con él.