SCORPIONS FESTEJÓ MEDIO SIGLO EN LA CIUDAD DE MÉXICO

* Mikkey Dee, poderoso reemplazo de James Kottak
* Fotografías: Cortesía de André Dulche
México, D.F., junio 06, 2016 (Francisco Zamudio/TXART). La legendaria agrupación alemana de hard rock Scorpions, volvió una vez más a la Ciudad de México, para enseñorearse en su propia música y ofrecérsela a sus fanáticos, a través de una atinada combinación entre sus grabaciones recientes y sus clásicos de toda una vida, encapsulada en 50 años de rockear por el mundo.
Doce minutos después de la cita anotada en los boletos, la Arena Ciudad de México se cubrió de sombras que corrían por todos lados, asustadas por los escalofriantes lamentos emanados de una sirena de guerra que anunciaba un inminente bombardeo. Por fortuna para los seres de oscuridad y su contraparte humana, el fuego cruzado sería de música y no de pólvora.
La tela que cubría el escenario, impresa con la imagen del último álbum de la banda, Return To Forever, cayó de improviso para mostrar al grupo que en enero del 2010 le tomó el pelo a todo el mundo, al anunciar sus intenciones de retirarse. De eso hace 6 años y Rudolf Schenker, Klaus Meine, Matthias Jabs y Paweł Mąciwoda, no parecen querer bajarse de ningún avión o autobús de gira.
“Going out with a bang”, canción inédita de un disco que no comparte el mismo estatus, ya que fue construido en su mayoría por canciones procedentes de sus álbumes Blackout, Love At First Sting, Savage Amusement y Crazy World, las cuales fueron regrabadas en un contexto más actual; fue el primer “piquete sónico” que recibieron los 18 mil asistentes al ritual armónico del pasado 3 de junio.
Siete pantallas en alta definición, cuatro sobre el tablado y los tres impresionantes lienzos gigantes de leds montados al interior del recinto; daban cuenta de la energía al tocar de Schenker, fundador y único miembro original del grupo, así como de su cómplice Matthias Jabs; mostraban también a un Klaus Meine, cuya voz salía prístina de su garganta mientras tocaba el pandero.
También reflejaron la importante aunque no tan notoria figura de Mąciwoda, pero sobre todo, captaron la poderosa silueta de Mikkey Dee, ex baterista de la mítica banda británica Mötorhead, quien fue llamado para sustituir a James Kottak, en rehabilitación debido al incidente que lo mantuvo algunas semanas en la cárcel de Dubái, tras haber insultado al Islam mientras se emborrachaba en un aeropuerto.
“Make it real”, con la bandera de México impresa en las mamparas, antecedió a las primeras palabras proferidas por Meine: “¡Buenas noches, Ciudad de México! Es grandioso regresar a esta maravillosa arena. Tuvimos un cambio en la batería, les presento al Sr. Mikkey Dee con quien hoy tocamos “The zoo”, ¡Vamos! Gritó el cantante para desplegar este notable hit del disco Animal Magnetism, de 1980.
Más que en otras ocasiones, los teutones echaron mano de varios pasajes instrumentales: “Coast to coast” fue el primero de ellos, un energético ejercicio de guitarras entre Schenker, Jabs y el propio Meine, el cual golpeteó en las sienes de una audiencia conformada por viejos y jóvenes, “chavos rucos” y millenials unidos por una cadena de decibeles cuya intensidad se mantuvo al alza.

¡Muchas gracias! Agradeció el cantante en español. “Es un placer estar en la Ciudad de México, es como regresar a casa. Y ahora, les tocaremos algo de los setenta”, anunció para enseguida arrancar un popurrí que incluyó “Top of the bill” (del disco Fly To The Rainbow, 1974); “Steamrock fever (Taken By Force, 1978), “Speedy’s coming” (del mismo Fly To The Rainbow) y “Catch your train”.
Esta última canción proviene del disco Virgin Killer, lanzado en 1976, que causó gran controversia en Gran Bretaña y otras partes del mundo, al mostrar a una niña, a todas luces menor de edad, desnuda en la tapa, en posición de medio split, con un efecto de vidrio roto sobre sus genitales. Dicha representación gráfica de la pérdida de la inocencia, fue reemplazada por otras portadas alrededor del orbe.
En medio de una nube de aplausos, Meine le confesó a la muchedumbre: “¿Saben qué? Nosotros construimos esta casa en una roca”, e inmediatamente sonó por los altavoces “We built this house”, rola que se hizo acompañar de un lyric video. Entonces, el sitio se transformó en un karaoke de dimensiones descomunales, el cual acalló su ardor vocal durante la siguiente pieza.

Otro episodio instrumental, este liderado por Matthias Jabs, inundó el espacio bajo el nombre de “Delicate dance”. Muchos lucían caras de asombro al no ver en escena a Schenker. Y nunca apareció, en su lugar, tocó, imagino, uno de sus técnicos de guitarras llamado Ingo, quien realizó un trabajo aceptable, cierto, pero falto de respeto a una audiencia que paga por ver a los músicos que ama.
Poco después llegó un medley más, esta vez en formato electroacústico, edificado con “Always somewhere”, “Eye of the storm” y una de las baladas más bellas escritas por la banda en todos estos años: “Send me an angel”, la cual le cedió los reflectores a otra tonada afincada en la melodía, que significó mucho para los alemanes del Siglo XX: “Wind of change”.
“Esta es una canción de esperanza”, así anunció Meine la canción más celebrada del grupo. Número Uno en 21 países, “Wind of change” se transformó en un himno no sólo de la Alemania unificada que vio caer el tristemente célebre Muro de Berlín en 1989, un año antes de su lanzamiento, sino de muchos países de Europa Oriental divididos por dogmas políticos.
La llamada “Canción de la Perestroika y la Glásnost”, que también fue grabada en ruso (“Ветер Перемен”) y en español (“Vientos de cambio”), es también uno de los singles más exitosos de todos los tiempos, con ventas que rebasaban, hasta el 2009, las 14 millones de copias vendidas en el Planeta Tierra. Aunque hubiese sido un gran gesto entonarla en castellano, resolvieron entonarla en inglés.
Los riffs metálico-hard rockeros volvieron con “Rock’n roll band” y “Dynamite”, pero se volvieron a diluir a través de “In the line of fire”, un puente instrumental más, el último de la velada por cierto, mismo que abrió la puerta para el potente solo de batería que Mikkey Dee tocó a más de 5 metros de altura, finalizándolo a base de golpes secos sobre sus tambores.
Con toda la discografía de la banda a sus espaldas, Dee inició la base rítmica del siguiente ataque rockero: “Blackout”. Además de apuntalar la canción con sus cuerdas, Schenker sacó otra de sus guitarras de diseño, una de donde salía un humo que Mąciwoda aspiró varias veces con singular agrado, como si la fuente de dicha humareda proviniera de alguna droga.
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